Durante varios años, compartí en el ciberespacio un «bazar» donde textos con imágenes e imágenes con textos se alternaban, invitando a viajar de un continente a otro, cuando no a reflexionar sobre la Retórica de Aristóteles o el arte de la persuasión. De «El bazar de la Retórica» y de su hermano gemelo, «El bazar de la Metáfora», se nutre la mayor parte de este libro. De ellos, he extraído aquellos textos e imágenes que, de alguna u otra forma, a veces solo tangencialmente, hablaban de África, el continente que admiro y que tantas veces me ha servido de inspiración. Escenas africanas: paisajes, rostros, monumentos… componen la crónica de un viaje. Una imagen caleidoscópica grabada en la retina que permanece en la memoria a pesar del tiempo. El recuerdo de una tierra con 30 millones de km², 54 países, 2.000 lenguas y 1.000 millones de habitantes, siempre en aumento.
El contenido de este volumen se reparte entre los ocho países africanos que, en el momento de su edición, había tenido la suerte de conocer personalmente: Argelia, Camerún, Egipto, Gabón, Marruecos, Namibia, Senegal y Sudáfrica. Pero no he querido limitarlo a ellos y he incluido un último capítulo con textos e imágenes de otros países africanos de los que he sabido por amigos y exposiciones o a través de festivales, como el WOMAD de Las Palmas, con las proyecciones cinematográficas organizadas en el Museo Elder de la Ciencia y la Tecnología por Casa África, y el FCAT (Festival de Cine Africano de Tarifa, aunque también de Córdoba durante cuatro años), que tanto me ayudaron a descubrir este prodigioso continente. Así también estarán presentes Zambia, Benín, Nigeria, Zimbabue y los dos Congos (República del Congo y República Democrática del Congo). Uno de mis próximos proyectos, la novela El Rey Mago, tendrá sabor a Gambia. En definitiva, todo un homenaje a un regio continente.
Escenas africanas: paisajes, rostros, monumentos… componen la crónica de un viaje. Una imagen caleidoscópica grabada en la retina que permanece en la memoria a pesar del tiempo.
«Primero vimos a las ratas de la bodega lanzarse al mar. Todos sabíamos de su instinto animal ante el riesgo de un naufragio y dimos por seguro que embarrancaríamos. La Costa de los Esqueletos no se llamaba así por capricho del geógrafo».
Proyecto abortado en Egipto: el monolito de Asuán pudo haber sido el mayor obelisco del mundo, pero nunca llegó a salir de su propia tumba por culpa de una grieta.