La infancia es la gran protagonista de este libro. A veces, de forma idealizada y romántica, con personajes dickensianos que luchan por sobrevivir en un mundo que les es adverso, niños invisibles en una sociedad que los ignora o maltrata. Otras veces, evidenciando la precocidad de la maldad humana, como William Golding retrató en El señor de las moscas. Mas, en la mayoría de los casos, con niños portadores de mensajes positivos que tanto necesitamos en nuestro amenazado y castigado planeta.
Los lectores se encontrarán con las miradas digitales de esos niños que no existen, creados con el programa Midjourney de Inteligencia Artificial (IA), irrepetibles, que rozan lo verosímil, pero sin un píxel de realidad y, aparentemente, «sin alma». Junto a esos rostros irreales, se ofrecen los textos que han inspirado, relatos analógicos donde la IA no ha intervenido y que, aun siendo historias ficticias, reflejan realidades y sentimientos con los que nos identificamos. En ellos hay denuncia, pero también esperanza.
Literatura y Ciencia se fusionan en este proyecto transversal cuyos textos combinan nociones de química, medicina, neurociencia o astronomía, con la defensa de los derechos de la infancia y la preocupación por el medioambiente.
«Se acabó la música», dijo mi abuelo. Y yo me quedé pensando en el trágico simbolismo del violín como arma de guerra y el amargo significado de sus palabras. Aquella frase rotunda aún retumba en mi cabeza.» (De EMILIANO. El violín del guerrillero).
«Por favor, escribe una historia sobre mí», me dijo con tan solo mirarme. «Cuenta que conocerme fue un rayo de luz que te salvó de la tenebrosa oscuridad, que te aclaró una duda trascendente y existencial o que te permitió ver al fin lo que no percibías con tus ojos miopes». (De ITAHISA. Un rayo de luz).